31 julio, 2014

Perfección de los sueños que no corrige la realidad


 

Hay muchos muertos que callan a 20.000 kilómetros de aquí.

JUAN GELMAN, Gaza


 

Estoy sumergida en el sueño. Me abro paso en una guerra. Los tobillos de la batalla son delgadísimos y están clavados en el desierto como espantapájaros de aves metálicas. Los oídos confunden el chirrido del óxido con los pasos de un huésped que se odia. La frontera desangra sus límites y justifica hasta el hartazgo. Pero un día se cansa de justificar y la codicia saca su capote para comenzar su juego de tauromaquia sucia.

Estoy aquí, en una ciudad elevada en su epicentro, con sus calles australes y sus bocinas roncas. Pero sueño que estoy allí, en mitad de esa guerra lejana. Una lluvia de fuegos reales cae a la altura de los pies de mi madre y de mi hermano. Quiero correr hacia el flanco del cielo donde todo esté ordenado y el azul devuelva un marco de futuro a su espejo. Correr hacia mí misma, sin andar de cuclillas bajo las mesas, repasando el cartón duro del pan que comeré cuando la pared que me observa deje de temblar. Me encuentro con una mujer, su negra silueta intenta ordenar los huesos de un niño, su mirada en llamas amasa la cintura derribada del horizonte. Ando entre cuerpos, pisando pequeñas almas que salen de sí hacia el fusil, como atrapadas por el irrechazable destino de un imán. Me vacío de la historia, de la memoria, de la infancia. Y llego a los sueños, a la mente de alguien lejano que está perfeccionándolos, que me ve heroica y viva como un astro. Sin embargo, no hay consuelo. La realidad sigue siendo la misma, nada la corrige. Ni siquiera yo, desnuda frente a los ojos del hombre que acaba de matarme.

2 comentarios:

Nelken Rot dijo...

Maravilloso, Sonia. Es un lujo leerte.
muitos beijos

Andrés Rodríguez dijo...

Un gran texto!